
A todo o
nada,
tu
apuesta siempre fue definitiva.
Sin
mirar atrás,
forjaste
alas de carne y devoraste:
el sexo
del insomnio,
la
sangre del verano,
la fauna
de los rostros,
el
destello de los ojos que te han visto;
y así
devino,
flores
rotas marchitaron tu mirada.
Sólo
palpita,
la
ampliación de tu pelo entre la piedra,
la
máscara que ocultó todos los nombres,
la luz
que hoy se agota en bocas ciegas.
A todo o
nada,
tu
apuesta siempre fue definitiva.
Sin
pedir perdón,
quebraste
tu sonrisa en el espejo.
Lágrimas
de vidrio y un día que es de perros.
Tu
cuerpo se fragmenta en miles de arcoíris;
jamás
sabré quién eres.