jueves

ausencia de jueves


no funciona la ausencia
vestida de negro del otro lado del vidrio;
 
donde la muerte estrelló en la ventana
su frente de umbral vacío;
 
en el centro, nosotros, golpeamos por salir,
apretando el reloj entre las muelas,
mientras la sábana arde en el cielo de cal;
 
miramos el bosque a través del hoyo en el cristal,
y no encontramos en el árbol de atención
un rostro familiar que eche raíz;
 
la imagen no falta, una patria que no es;
no funciona aquí la ausencia, su cuello negro,
la mosca en la sopa, restos de miedo,
fideos resecos, la niebla estrecha,
luego bajamos la persiana:
el sol nos brilló como una patada en la cabeza.


viernes

Los abuelos del vecino

mi vecino fuma en el balcón,
por supuesto, sin barbijo, no es que se lo baja,
asoma la boca, empina el cigarrillo y la tela le cuelga
de la barbilla,
simplemente fuma allí en el balcón,
de helechos y un banco rojo,
madera vieja y regaderas
que empuñan un abuelo y una abuela, 
dos viejos buenos, puros, hacendosos, 
de zapatos lentos y siempre abrigados,
cuando él se va para adentro,
para regar los helechos mustios,
el caucho del piso,
con sus manos arrugadas
y preciosas, de perdurabilidad 
amorosa,

hoy vi salir al vecino, 
sentarse en el banco rojo,
debajo el caucho seco, la ropa sucia,
y fumar al sol, mirando el cielo cerrado,
azul de baño público,
con su barbijo implantado,
corriéndolo en cada pitada,
centrándolo de nuevo,
como si nadie fuera a regar los helechos,
como si no hubiera que abrigarse,
sino alejar la piel, o esperar solo en la casa,
que los abuelos vuelvan, 
que no se queden
allí donde se los llevaron,
plantados, mudos, permanentes,
que no los seque el sol de cuarentena.