martes

El cuerpo enemigo/ El cuerpo perfecto


El cuerpo enemigo,
crece en su forma intransigente,
el campo abierto de batalla,
no consigna tregua alguna,
y los pájaros negros sobrevuelan,
la piel de los árboles,
la sangre del río,
la mueca febril de la luna,
sobre las manos fortuitas,
sobre la causa y su efecto indeseado,
los huesos, las piedras, la fauna secreta,
la vista en el cíclope de la derrota asumida.

El cuerpo perfecto,
y su duelo de impúber ausencia,
la forma de aquello que falta,
peces flotando que encienden la noche,
en sus alas montadas sobre sombras calientes,
de un verano arrancado a cortezas ardiendo,
y el corazón del océano que late en la boca,
como el cuerno cautivo que clama,
el hierro esencial que penetra la tierra,
donde el recuerdo ha sangrado su origen,
y enrojecido la voz de los héroes pasados.

Aun así,
el cuerpo enemigo, 
el cuerpo perfecto.
el cencerro estridente,
un amor primordial,
gemido en números blancos,
las hortensias llameando,
el eucalipto tendido en la ribera del fuego,
los muslos quemados por la lujuria del cauce,
de una pierna morada,
de un pulmón galopante.

No hay más que
los dientes erectos,
la bestia en la cueva,
su orilla infinita,
y la arena que teje hocicos y vasos,
tabacos y puentes de carne,
espasmos en la columna del tiempo,
ventanas feroces.


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